La resiliencia nos permite dejar de luchar contra algo que no podemos cambiar. Aceptar no es sinónimo de resignarse, ni de dejar de intentar lograr aquello que queremos, sino de entender la situación y buscar nuevos caminos para llegar a nuestro objetivo.
Ser resiliente es un tipo de inteligencia, una de las más útiles sin duda. Sabemos a donde queremos ir pero no sabemos cuál va a ser nuestro camino. Es muy recomendable planificar para ayudarnos a mantener un criterio y un rumbo. Pero el viento siempre puede cambiar, por ello tenemos que desarrollar una resiliencia que nos permita flexibilizar nuestras expectativas y aceptar la frustración como parte del camino.
Porque todos sabemos que el plan A no siempre sale como esperamos, sino no se llamaría el plan A, se llamaría el plan.
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