El querer opinar, corregir, recomendar, aconsejar, enseñar, aleccionar, reconocer, identificar o concluir una conversación en la que sentimos que tenemos algo que aportar es una actividad de riesgo. 

Desde pequeños nos enseñan a intervenir en cuanto sabemos algo, pero no nos explican que eso no vale para el resto de nuestras vidas. Por eso es tan difícil aprender a gestionar el autocontrol y somos tan impulsivos. 

El manejo correcto del autocontrol es una parte importante de nuestra inteligencia emocional, que es esa capacidad de gestionar nuestras emociones y las de los demás con el fin de asegurar un resultado satisfactorio para todos.

Este último concepto es clave, si el bien común es el objetivo de la inteligencia emocional se trata entonces de la manifestación individual de la inteligencia colectiva.